martes, 29 de junio de 2010

Cuerpo, parentesco y poder entre los Baruya de Nueva Guinea

Universidad de El Salvador
Facultad de Ciencias y Humanidades
Licenciatura en Antropología Sociocultural
Antropología del Parentesco
Msc. Susana Salazar
Estanislao Enrique López. tanisbun@yahoo.es; estanislao.tanisbun@gmail.com


Maurice Godelier emprende su investigación etnográfica colocando los asuntos que más le interesa destacar de la cultura de los Baruya. Al respecto se sitúa en las representaciones simbólicas que tienen del cuerpo humano, concretamente aquellas que conciernen al proceso de la concepción y del crecimiento de los niños.
La primera interrogación que se hace es I. ¿Qué es un niño para los Baruya? En este tema nos brinda una rica descripción de los mitos que envuelven la concepción de un niño, niña y la manera en que es tratada la unión sexual. Si bien para los Baruya, los niños son el producto de la unión sexual también son el resultado de la intervención del sol. Por ejemplo, se dice que en el principio el hombre y la mujer tenían cada uno un sexo y un ano, pero no estaban horadados, hasta que un día el sol se conmovió y arrojó una piedra de sílex al fuego. La piedra, al explotar, perforó los sexos y anos del hombre y de la mujer, que desde entonces copulan y tienen hijos.
Otros ejemplos de la cosmovisión de eta cultura es que para las niñas, es la luna quien las perfora en la pubertad y hace correr su primera sangre menstrual. El sol coopera en esta tarea con la luna. Cuando las niñas tienen sus primeras reglas, un hombre, generalmente su tío materno, les perfora la nariz sin ceremonia, a pleno día y en la aldea. Se dice que la sangre menstrual es peligrosa para los hombres. Es una amenaza permanente para su fuerza, su salud; y está en la creencia de los hombres que las mujeres la utilizan a veces para matar a su marido por brujería, al mezclarla secretamente con sus alimentos.
Cuando ocurre el casamiento, la gente joven de la aldea construye la casa de la pareja y los hombres del linaje del marido fabrican con piedras y arcilla el hogar, el cual ocupa el centro de la choza y allí donde se cocerán los alimentos. Durante muchos días, a veces algunas semanas, mientras las paredes de la choza no estén ennegrecidas por el humo del fuego, la joven pareja no debe hacer el amor. El hombre acaricia los senos de la mujer y le da a ingerir su semen. El semen se supone que nutre a la mujer y le da fuerza –tanto para tener hijos como para trabajar en el campo-, pero sobre todo se guarda en los senos de la muchacha y se transformará en leche cuando ella esté encinta y dé nacimiento a un niño. El semen es, pues, alimento de la mujer y, transformado en leche materna, será alimento de los niños, varones o hembras por nacer.
Durante la concepción del niño o niña, se cree que es el hombre quien aporta la parte más importante para su fabricación, al donar su semen que producirá los huesos del niño, su esqueleto. La piel proviene del hombre y de la mujer. La sangre parece crecer a medida que el embrión se desarrolla. Pero el recién nacido no es solamente el producto de la unión de un hombre y una mujer, pues en el curso del embarazo el sol interviene para dar al embrión su forma definitiva. Él lo termina, al hacer crecer los dedos de las manos y de los pies y fabricar la nariz, la boca y los ojos. El completa los cuatro miembros y la cabeza.
II. la carne y los huesos: muerte, canibalismo e iniciaciones.
Cuando un individuo importante moría, hombre o mujer, se hacían dos funerales. En el primero el muerto era enterrado o colocado sobre una plataforma de acuerdo con el “clan” al cual pertenecía y el estatus social del difunto. Durante los segundos funerales, los efluvios del muerto regaban a unos tarros que posteriormente se recolectaban y transportaban a huertos cultivados por los miembros de la familia del muerto o por sus descendientes. Se consideraba que las carnes del muerto abonaban la tierra y aumentaban su fertilidad.
En cuanto al canibalismo, Godelier apunta que para los Baruya, durante un tiempo el cuerpo de guerreros, mujeres y niños no era solamente fuerte y bello, sino también, apetecible. Verbi gracia: los dedos de la mano eran una exquisitez particularmente gustada.
A pesar de los huesos juegan un papel más importante que la carne ya que éstos son utilizados en las ceremonias de iniciación de los jóvenes, cuando son separados del mundo femenino. Los huesos son elementos esenciales del Kwaimatnié: objetos sagrados de los Baruya en posesión de algunos clanes con poder exclusivo. Todos los Kwaimatnié tienen pares: uno es macho y el otro hembra. El más poderoso de los dos es el Kwaimatnié femenino por ser el más “caliente”.
El poder de los hombres radica en su semen así como la de debilidad de las mujeres está en no poseerlo y en su sangre menstrual. Por esa razón, durante la iniciación los neófitos son nutridos regularmente con el semen de los iniciados del tercero y cuarto estadio que no hayan tenido relaciones sexuales. De esta manera los hombres actúan colectivamente fuera de las relaciones de parentesco y del círculo de los padres para producir su fuerza, su identidad, su superioridad sobre las mujeres. Sin embargo, el trabajo colectivo de los hombres no tendría éxito si la fuerza del sol no estuviera presente.
En los mitos de los Baruya está implícito que el poder de vida fue originalmente propiedad de las mujeres y el poder de muerte fue dado a los hombres por los espíritus. Así de esta manera, los hombres tienen en sus manos, tanto sus poderes como los que robaron a sus mujeres.
III. La penetración (intimacy) de la manera de existir juntos (sociality) en el cuerpo de los Baruya.
Godelier explica que el orden social entre los Baruya no es sostenido sólo por la violencia bajo cualquiera de sus formas, sino que es la fuerza de la ciencia. Es decir, en la medida en que estas representaciones penetran en cada individuo concretamente, desde su nacimiento, ellas llegan a ser en cada uno la condición objetiva, socialmente a priori de la experiencia de sí y de los otros, la forma paradójicamente impersonal de su intimidad. Una forma que encierra y estudia esta intimidad en un anillo de obligaciones y de normas reproducidas mediante las relaciones con el otro y consigo mismo.
Entonces el autor se pregunta una vez más ¿Cuáles son los principios de organización de la sociedad Baruya que se expresan a través de las representaciones del cuerpo, introducidos en éste desde la primera infancia? Al respecto el dice que dichas representaciones son, a saber:
a) Las relaciones de propiedad, de pertenencia y de dominación implicadas en las representaciones Baruya del proceso de concepción de un niño.
La teoría Baruya del proceso de concepción de los niños, tiene menos intención de “explicar” este proceso que de enunciar y legitimar dos tipos de relaciones –las de apropiación y las de dominación- entre las generaciones y entre los sexos, a saber:
i) La apropiación de los niños por el padre y el linaje del padre y la cesión parcial de los derechos de la madre y de su linaje sobre su hijo.
ii) La pertenencia del niño a la etnia Anga y más precisamente, a la tribu a la cual pertenece el padre del niño.
iii) El domino del hombre sobre la mujer, el peso más grande del padre en relación con la madre y el destino diferente del niño si es un varón o una hembra; en resumen, la diferencia del estatus social entre los siblings (hermanos) de sexo opuesto y entre los primogénitos.
En síntesis, las relaciones de “parentesco” no son suficientes para hacer un niño.
b) Las representaciones simbólicas Baruya del crecimiento y del desarrollo de un niño. En el crecimiento existe una especie de carrera entre niños y niñas donde las niñas ganan porque crecen más rápidos y más fácilmente que los niños. Los niños por su parte deben ser literalmente “vueltos a parir” pero ésta vez por los hombres.
Al deliberarse sobre lo que en sí hace diferentes a un hombre y una mujer, Godelier inscribe que tiene que ver con dos cosas, a saber: el semen y la sangre menstrual. El semen es poder y las mujeres no lo tienen. La sangre menstrual es veneno para los hombres, por tanto son culpables por el sólo hecho de menstruar. De tal forma que mientras estas representaciones de los cuerpos son cada vez más compartidas entre hombres y mujeres, éstas encuentran en su pensamiento menos razones y medios para protestar contra el orden social que pesa sobre ellas y que se esconde en sus cuerpos. Las diferencias anatómicas y psicológicas sirven para enunciar y sellar el destino social de cada uno. El cuerpo funciona, pues, como una máquina ventrílocua que tiene permanentemente un discurso mudo sobre el orden que debe reinar en la sociedad, un discurso que justifica y legitima no solamente la apropiación de los niños por parte de los adultos considerados como sus padres, sino el lugar que el sexo pre-destina en la sociedad.
En conclusión sería completamente equívoco considerar a los Baruya como una sociedad cuya organización está fundamentada en el parentesco. Su cultura descansa sobre varios fundamentos, todos necesarios; una organización político-religiosa, que se articula en el juego de las relaciones de parentesco, pero que probablemente no es la consecuencia necesaria.

Bibliografía

Godelier, Maurice
Bibliografía disponible en línea en:
www.cholonautas.edu.pe

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