martes, 29 de junio de 2010

La sangre de los guerreros y la sangre de las mujeres

Universidad de El Salvador
Facultad de Ciencias y Humanidades
Licenciatura en Antropología Sociocultural
Antropología del Parentesco
Msc. Susana Salazar
Estanislao Enrique López. tanisbun@yahoo.es; estanislao.tanisbun@gmail.com

La impresionante dominación masculina impresa y que ejerce su dominio en la sociedad occidental salta a la vista de cualquier observador. La subordinación femenina en los ámbitos político, económico y simbólico es evidente. En el plano económico las mujeres están confinadas a la esfera doméstica, de la cual no salen jamás, o sea pues, claustrada en el seno del hogar.
Ahora bien, como herencia de la tradición y de la educación impartida a los niños, y a las niñas, en lo que se refiere al aspecto simbólico, se valorizan y se aprecian las actividades ejercidas por los hombres. Por lo tanto, se halla un conjunto de juicios de valor que pone en evidencia características observadas en el comportamiento y en el desempeño, los cuales se presentan como naturales, como irremediables: “cualidades” o “defectos” femeninos típicamente considerados como marcas o estigmas sexuales.
Marcas sexuales: cualidades o defectos de las mujeres.
El discurso es preponderantemente negativo, respecto a las mujeres, a saber: ilógicas, irracionales, curiosas, indiscretas, parlanchinas, incapaces de guardar un secreto, rutinarias, son inventivas, flojas, perezosas, esclavas de su cuerpo, poco aptas para controlar sus pasiones, traidores, celosas, desobedientes, impúdicas, perversas.
El discurso hasta cierto punto menos negativo, a saber: frágiles, caseras, poco dotadas para aventura intelectual y física, dulces, emotivas, buscadoras de paz, estabilidad y comodidad del hogar. Las mujeres necesitan estar sometidas, ser dirigidas y controladas por un hombre.
El discurso simbólico, discurre a saber: mujer ardiente, fría, contaminante. Este discurso simbólico se remite a una naturaleza femenina morfológica, biológica y psicológica. En ese sentido, tenemos que hay sexo mayor, sexo menor; sexo fuerte, sexo débil; espíritu fuerte y espíritu débil.
Entonces podemos plantearnos lo siguiente, a saber: ¿puede decirse que la dominación masculina es universal? Y si eso es así, cabría interrogarse, a saber: ¿dónde se sitúa su origen?, de igual manera, ¿cómo se explica la desigualdad de base entre los sexos?
Una probable respuesta podría ser de que por el momento hay pruebas científicas de la supremacía masculina de manera universal en las diferentes culturas del globo terráqueo.
A ello habría que subrayar la crítica feminista, la cual sostiene que la mayoría de las investigaciones antropológicas o estudios etnográficos han sido realizados generalmente por hombres. No obstante, si bien es cierto, se reconoce que hay una participación por parte de las mujeres, éstas se interesan por el mundo de los hombres. Por lo tanto, se establece un doble sesgo, siendo éste el androcéntrico y el etnocéntrico.
Por último para nuestro autor, todas las sociedades poseen un discurso biológico, un corpus de pensamiento simbólico que tienen la misma función, a saber: justificar la supremacía del hombre sobre la mujer, lo cual tiene que ser visto por los ojos de todos los miembros de esa cultura.
Ahora bien, esos discursos simbólicos están construidos sobre un sistema de categorías binarias, de pares dualistas que oponen cara a cara series como sol y luna, alto y bajo, derecha e izquierda, claro/oscuro, brillante/opaco, ligero/pesado, anverso/reverso, calor/frío, seco/húmedo, masculino/femenino, superior/inferior. Por lo que habrá que considerar estas oposiciones binarias como signos culturales y no como portadoras de un sentido universal- su sentido radica en la existencia misma de las oposiciones y no en su contenido- o sea pues, en el lenguaje del juego social y del poder.
Los dos ejes de la desigualdad sexual consisten por un lado en el control social de la fertilidad de las mujeres y por otro lado, en la división sexual del trabajo. Es importante en ese sentido, convenientemente identificar todavía los mecanismos que hacen de esta desigualdad una relación valorizada de dominación/subordinación.
En resumidas cuentas, el parentesco es la matriz general de las relaciones sociales. El sujeto social es un ser que vive en sociedad, la sociedad esta divida en grupos fundados sobre el parentesco que remontan esa división en general mediante la cooperación. Lo que se valoriza por parte del hombre, es sin lugar a dudas, su capacidad para hacer circular su sangre, arriesgar su vida; la mujer en cambio, contempla dubitativamente como su sangre circula afuera de su cuerpo, por lo que se da la eclosión de una nueva vida.

Bibliografía
Héritier-Augé, Françoise
1991 La sangre de los guerreros y la sangre de las mujeres.
Revista Alteridades 1, México, pp. 92-102.

No hay comentarios:

Publicar un comentario