martes, 29 de junio de 2010

Género y parentesco reconsiderado

Universidad de El Salvador
Facultad de Ciencias y Humanidades
Licenciatura en Antropología Sociocultural
Antropología del Parentesco
Msc. Susana Salazar
Estanislao Enrique López. tanisbun@yahoo.es; estanislao.tanisbun@gmail.com


Las autoras de este texto se plantean como objetivo revitalizar los estudios sobre el parentesco y situar los estudios sobre género en el centro teórico de la antropología, cuestionando los límites entre ambos ámbitos de estudio. Retoman el análisis cultural del parentesco que Schneider aportó como una herramienta para la comprensión de la interrelación entre el parentesco y otros dominios. Han argumentado que el parentesco no es un dominio aislable y discreto de significados, sino que los significados atribuidos a las relaciones y acciones del parentesco se derivan de una serie de dominios culturales, incluyendo religión, nacionalidad, género, etnicidad, clase social y el concepto de “persona”.
A la luz de la razón del cuestionamiento feminista respecto a la teoría del parentesco, es tiempo de que los teóricos del parentesco busquen en los estudios de género herramientas para reconsiderar sus análisis. Además de la utilización de los estudios de género para comprender las preocupaciones tradicionales, que los teóricos del parentesco sostienen que género y parentesco se construyen mutuamente. Los análisis de género deben comenzar abordando conjuntos sociales antes que individuos o dominios funcionales tales como los del parentesco o el género.
Las autoras plantean que entre los teóricos del parentesco, Schneider ha sido el más coherente en rechazar que las unidades fundamentales del parentesco son siempre relaciones genealógicas. En su análisis cultural del parentesco americano Schneider (1968) comenzó demostrando que las respectivas concepciones populares acerca del parentesco están detrás del fuerte supuesto acerca de la universalidad de las redes genealógicas. Cuando emprendemos estudios de parentesco en otras sociedades, partir de algún punto en común, no nos preguntamos qué relaciones está involucrado en la reproducción de los humanos en sociedades particulares.
Al igual que los teóricos del parentesco, los analistas de género han supuesto que hay consecuencias sociales específicas que se derivan necesariamente de esta diferencia entre hombres y mujeres. La utilización de los términos serían los siguientes, a saber: “sexo” cuando se habla de diferencias biológicas entre hombres y mujeres, y “género” al referirse a los constructos sociales, culturales y psicológicos que se imponen sobre estas diferencias biológicas, por parte de la sociedad misma en la que co-existen hombres y mujeres.
En ese sentido, el intento de separar el estudio de las categorías de género de los hechos biológicos a los que se considera que están conectadas universalmente, refleja el intento de los teóricos del parentesco, reseñado por Schneider de separar el estudio del parentesco de los mismos hechos biológicos.
Por lo que, aunque los estudios de género y parentesco parten de lo que se construye como los mismos hechos biológicos de la reproducción sexual, podrían aparecer como orientados en direcciones analíticas diferentes, a saber: el parentesco, o sea el carácter social de las relaciones genealógicas y el género, o sea el carácter social de las relaciones sociales entre hombre-mujer (y aún a las relaciones hombre-hombre y mujer-mujer). Al mismo tiempo, no debería suponerse que en todas las sociedades el parentesco crea género o que el género crea parentesco, he ahí la dialéctica.
Ahora bien, antes de dar por hecho que las sociedades están constituidas por dominios institucionales explicables funcionalmente, estas autoras exponen investigar los procesos sociales y simbólicos por los cuales las acciones humanas dentro de mundos sociales particulares vienen a tener consecuencias y significados, incluyendo su aparente organización en dominios sociales que parecen ser “naturales”.
Además éstas parten de la premisa de que los sistemas sociales son, por definición, sistemas de desigualdad. Según la mayoría de las definiciones, una sociedad es un sistema de relaciones sociales y valores. Consecuentemente, una sociedad es un sistema de relaciones sociales en el que no todas los hechos y acciones son iguales. Cada sociedad tiene una “estructura de prestigio”. La premisa de que todas las sociedades son sistemas de desigualdad fuerza a especificar qué se entiende en cada caso particular por desigualdad. Esto requiere que el análisis comience interrogándose ¿qué son los valores culturales de una sociedad? De igual manera cabría preguntarse ¿qué procesos sociales organizan la distribución del prestigio, del poder y del privilegio? Quizás se encuentre que en algunas sociedades ni los valores culturales ni los procesos sociales discriminan entre los sexos (se trataría de un sistema de desigualdad que no reconoce los géneros).
Entonces tenemos que, partiendo de la premisa según la cual los sistemas sociales son sistemas de desigualdad, las autoras proponen un programa analítico con tres diferentes facetas, a saber:
I) El análisis cultural del significado. Se tiene que comenzar explicando los significados culturales que la gente actualiza por medio de su práctica de las relaciones sociales. Antes de suponer que las unidades fundamentales de género y parentesco de cada sociedad se definen por la diferencia entre hombres y mujeres en la reproducción social, se debe preguntar “cuáles son las categorías socialmente significativas que la gente emplea y encuentra en contextos sociales específicos y qué símbolos y sentidos subyacen”.
II) Modelos sistémicos de desigualdad. La construcción de modelos sistémicos de desigualdad se debe hacer de un tipo particular. El tipo de modelo que proponen traza relaciones complejas entre aspectos que, usando categorías analíticas convencionales, serían llamadas género, parentesco, economía, política, y religión.
III) Análisis histórico. Sugieren que la contribución del feminismo para el estudio de género y parentesco debería ser cuestionar la diferencia biológica entre hombres y mujeres, la diferencia biológica particular en la función reproductiva que nuestra cultura define como la base de la diferencia entre los masculino y lo femenino, y por lo tanto trata como la base de su relación, sea usada por otras sociedades para constituir las categorías culturales de masculino y femenino.
Como conclusión proponen cuestionar la universalidad de los supuestos sobre la diferencia entre hombres y mujeres. Tanto los estudios de género como los de parentesco se han fundado en el supuesto no cuestionado de que la diferencia biológicamente dada en los roles de hombres y mujeres en la reproducción sexual constituye el centro de la organización social del género, tanto como lo constituye la red genealógica en el centro de los estudios de parentesco.

Bibliografía
Yanagisako, Sylvia y Jane Collier
1994 Género y parentesco reconsiderados: hacia un análisis unificado.
En: Robert Borofsky (Ed.), pp.190-203. Hawaii Pacific University.
Mc Graw-Hill.

1 comentario:

  1. Hey está chiva la ambientación del sitio, solo creo que deberias cambiarle el color a la letra porque con el fondo, no se distinguen muy bien. Al rincon solo le faltaron las arañas, porque el rincon es su nido, donde tejen sus telas de olvido...

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